Por: Humberto Vacaflor Ganam (Periodista y Director del Semanario Siglo 21)

El primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, el presidente de Bolivia, Luis Arce, el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, el ex presidente de Cuba, Raúl Castro, y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, asisten a un acto con motivo del décimo aniversario de la muerte del fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas, Venezuela, el 5 de marzo de 2023. (Palacio de Miraflores via REUTERS)

El jefe del MAS es un corrupto, según lo dicen quienes siguen al subjefe del MAS, que es señalado como corrupto por los seguidores del primero.

El uno ha hecho negociados con todo, pero ahora se habla del litio, que manejó su canciller Huanacuni, para entregarlo a los chinos por debajo de la mesa, según dicen los del número dos.

El segundo es un corrupto de vértigo, porque hace negociados con YPFB cuando la empresa está herida de muerte por los negocios sucios anteriores, todos del MAS, de cuando él era ministro del primero.

Han invertido los dos, el primero y el segundo, mil millones de dólares en el proyecto de explotación de litio por evaporación, que ahora el propio MAS admite que es un fracaso.

Se han robado entre los dos 55.000 millones de dólares que llegaron al país cuando ellos, sin saber leer ni escribir, literal, gobernaban el país.

Aparte de robarse todo ese dinero, han destruido las instituciones y han llevado al país al borde de ser declarado “Estado fallido”.

Los ahorros de los nuevos ricos del MAS figuran en bancos extranjeros, con cuentas cifradas, como las del vicepresidente del número uno, ahora dedicado a administrar sus fortunas en el exterior.

Hay dos ejércitos, el de Perú y el de Chile, apostado en la frontera con Bolivia porque el país es una plaga, un cáncer que lo contamina todo.

El número uno denuncia la existencia de los “guerreros digitales” sin recordar que él mismo reclutó ese batallón de falsarios dedicados a desprestigiar a los que no estaban de acuerdo con el festín de la corrupción.

Mandó matar a Marco Antonio Aramayo porque denunció la corrupción del fondo indígena, dirigido por la madre de una de sus amantes adolescentes.

Mandó asesinar a los esposos Andrade porque iban a informar de la dictadura narcotraficante del Chapare.

Y el número dos aprobó, en 2006, que se construya un museo en homenaje al lugar donde nació el número uno, que costó siete millones de dólares, y ahora parece un chiquero. Era inevitable.

Ahora es presidente cuando en Santa Cruz hay ocho hospitales que no funcionan porque no tienen personal, mientras el dengue mata a decenas de niños.

El país está cansado de estos ladrones disfrazados de políticos. Los bolivianos los han despedido en un referéndum de 2016 y en una elección de 2019.

También los han despedido en 2020, pero el fraude ocultó las cifras verdaderas.

Para estos sátrapas ha llegado el momento de partir. Tendrán que elegir el mejor pretexto, pero deben irse.