Por: Juan José Toro Montoya
En octubre de 2000, el teniente de Policía David Andrade, de 26 años, su esposa Graciela Alfaro, de 19, además de los sargentos Gabriel Chambi y Silvano Arroyo fueron secuestrados por los cocacultores que los torturaron y asesinaron. La ferocidad del crimen fue tal que, antes de morir, la mujer fue violada y le cortaron los senos.
Dos años después, en enero de 2002, el subteniente del ejército Marcelo Trujillo Arando y el policía Antonio Gutiérrez Pallarico también cayeron presos en manos de esa gente y murieron en circunstancias parecidas. Trujillo era potosino y, por eso, sabemos que lo desnudaron y mantuvieron amarrado hasta que uno de sus captores tomó una gran piedra y con ella le explotó la cabeza.
Han pasado más de 20 años y ninguno de esos crímenes han sido castigados. Tanto en el caso de los esposos Andrade como en el de Trujillo y Gutiérrez, se ha dicho que también participaron Evo Morales y Margarita Terán, pero ninguno fue investigado por esos crímenes.
Pero todo lo antedicho es conocido de sobra. Incluso el hecho de que no solo hablamos de la comisión de delitos sino que estos son ejecutados con ferocidad, con rabia, con maldad. Y la pregunta que tampoco se responde hasta hoy es “¿cómo hay gente así?”.
Parece que la respuesta nos ha llegado este 2023, cuando la pugna entre “evistas” y “arcistas” ha llegado a tal nivel, que las debilidades del MAS son expuestas día tras día.
Ha quedado claro que los “evistas”, o radicales, son los violentos de ese partido, aquellos que son capaces de cometer delitos sin remordimiento alguno y, por ello, se merecen el apelativo de delincuentes.
Son estos, del “ala dura”, los que golpearon a Martín Choque, en Cala Cala, Uncía, por haberle retirado la silla a Evo Morales. Después, golpearon a su hijo y a su esposa, sin considerar que estaba embarazada, e hicieron que aborte. Eso es prácticamente homicidio doloso.
No se contentaron con tanto daño y tomaron la Alcaldía de Uncía, exigiendo que el golpeado, y desterrado, pida disculpas por lo que les dijo a los medios. ¡Terrible! Su maldad no tiene límites.
Y, como el mal es nacional, su violencia prosiguió esta semana, cuando ingresaron al edificio de la Brigada Parlamentaria Potosina a golpear a su presidente, al que se considera del ala “arcista”. Entraron sin que nadie les detenga y golpearon al diputado mientras una periodista les filmaba. Cuando se percataron de eso, la agredieron a ella.
¿Qué tal todos estos cuadros de violencia que ya dura más de 20 años? Parece una pesadilla, de esas que nos cuesta despertarnos, o el argumento macabro de una película de terror, pero no... así es como vivimos en Bolivia.
Hemos caído en manos de violentos, de personas que mezclan la justicia con la venganza y que, sintiéndose impunes por la inacción de la justicia, son capaces de cometer delitos, incluso públicamente. Son, nomás, delincuentes.
Hemos caído en manos de violentos, de personas que mezclan la justicia con la venganza.
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