La ciudad lleva lidiando con el problema desde hace al menos 20 años. Lleva todo ese tiempo intentando encontrarle una salida al problema del congestionamiento y del desorden en los alrededores del Mercado Campesino, pero no logra encontrar una solución.

Se trata de un problema complejo, que tiene que ver no solo con los comerciantes. Casi todo el mundo viene aportando su cuota de culpa en todo este tiempo: las autoridades municipales, los comerciales, los consumidores y toda la gente que acude todos los días a la zona.

Y ningún gobierno municipal consiguió hasta ahora resolver el problema. Lo intentaron –unos más que otros–, pero fracasaron.

EN LOS NOVENTA

El problema creció como una bola de nieve. En los 90’, las actividades comerciales en los alrededores del Mercado Campesino eran pequeñas. Incluso, había días en los que la calle J. Prudencio Bustillos, una de las que más sufrió el lunes por la tormenta, no mostraba más que unos cuantos vehículos transitando en el lugar.

Una vez que comenzaron a quedar pavimentadas todas las calles cercanas al mercado, sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar. No solo creció el tráfico vehicular, sino el número de comercios en los alrededores de la zona.

En menos de una década, las calles se vieron copadas no solo por vehículos, sino por comerciantes callejeros. Casi todo el día.

Y las autoridades municipales permitieron, poco a poco, esos asentamientos. Según los archivos de la Gaceta Municipal, en 1994, por ejemplo, el Concejo Municipal aprobó los “sitiajes” –un tributo municipal– para los asentamientos de algunos de los sectores que hoy ocupan la zona: ropa, plásticos, cristalería, abarrotes, ropa americana… lo hizo para, entre otros objetivos, recaudar recursos.

Con el paso de los años, en el 2000, las autoridades se dieron cuenta de que la zona ya había tomado una cara nada agradable. Ya está casi saturada. Por eso mismo, ese año, según otra resolución del Concejo, y luego de una propuesta del Ejecutivo, aprobó un informe de la administración municipal en el que señalaba que planeaba elaborar un proyecto para “superar” el “asentamiento desordenado de comerciantes”.

Ese plan proponía convertir a los mercados de Yurac Yurac y San Antonio en otros centros importantes de abasto y descongestionar el Campesino. También proponía trasladar, aunque de manera tímida, las “casetas” de las calles J. Prudencio Bustillos y calle Hochman, por ejemplo, a esas zonas, en teoría, comerciales. La idea era volver a dejar despejadas las vías.


20 años después, sin embargo, las cosas no cambiaron mucho. San Antonio y Yurac Yurac lograron convertirse en centros de comercio de relativa importancia, pero el Campesino siguió creciendo y cada vez a un ritmo mayor. El plan no funcionó o no pudo hacerse realidad.

En 2005, según otra resolución del Concejo, los comerciales pidieron a la Alcaldía permanecer en sus puestos hasta que se construya un nuevo mercado y acordaron conformar una comisión con el Ejecutivo para ejecutar un plan de reordenamiento. Pero, una vez más, a la larga, el acuerdo no arrojó resultados.

Más o menos desde entonces, se viene hablando de construir más mercados como una salida al problema, pero tampoco fueron la solución convincente. El Morro quedó como ejemplo.

LAS INUNDACIONES

El Campesino, con el paso de los años, siguió haciéndose más denso. Y, por eso mismo, los problemas por las inundaciones en la zona comenzaron a hacerse más notorios, sobre todo a finales de la década del 2000.

En esa época, comenzaron a aparecer taponadas las pequeñas bocas de tormenta de la zona. Primero por la excesiva basura y, después, por decisión propia de los comerciantes, que no soportaban, como cualquiera, los desagradables olores que despedían las alcantarillas. Por eso hubo quienes las sellaron hasta con cemento. Las autoridades ordenaron abrirlas después, pero nunca volvieron a estar completamente despejadas. Y nadie se ocupó de diseñar un sistema o algo parecido para ayudar que el agua no se acumula en la zona, pese a que, con cada año que pasaba, los episodios con casas y negocios anegados se hacían cada vez más frecuentes.

LOS INTENTOS DE DESPEJE

En los últimos diez años, hubo varios intentos de despejar las calles del Campesino. También se registraron algunas pequeñas victorias. Algunos comerciantes fueron trasladados al mercado El Morro, algunas calles lograron ser recuperadas –una cuadra de la Nataniel Aguirre, un sector de a Regimiento Carabineros, por citar unos ejemplos –, pero el grueso de los comerciantes siguió en la zona y, cada vez, con más fuerza, ya no con pequeñas tarimas, sino con casetas.

En los 90’, la J. Prudencio Bustillo, la cuadra donde se encuentra el colegio San Juanillo, por ejemplo, no tenía ni un solo comerciante. Estaba como lo dejó el granizo del lunes: totalmente despejado.

Todos los alcaldes que pasaron por la administración municipal en los últimos 20 años ofrecieron reordenar la zona, pero ninguno lo consiguió.

Eso, debido, entre otras cosas, a algunos pactos políticos con los sindicatos de comerciantes y al músculo del sector, que obligó al Ejecutivo a cambiar al intendente municipal de turno casi siempre que quiso, cada vez que se ponía en marchar un plan de reordenamiento.

El último que lo intentó, sin éxito, fue Iván Arciénega. Antes, lo intentó Moisés Torres Chivé, con algún pequeño avance. Y antes de ellos no hubo intentos serios debido a, entre otras cosas, a los interinatos en el Ejecutivo.


Los actuales candidatos a la Alcaldía, tras la granizada, dieron pistas de que planean incidir en sus campañas en sus planes para cambiar las cosas en el Campesino. ¿Logrará el ganador despejar la zona?
Un lugar “digno” para vender
Los comerciantes tampoco quieren seguir en las calles. Pero no quieren, en algunos casos, ir a grandes infraestructuras, donde no les lleguen los clientes. Su principal preocupación es esa: que sus ventas caigan de manera dramática con un traslado a un lugar donde no haya el mismo flujo de gente que en Campesino.

“Las autoridades nunca nos han escuchado. Solamente hay promesas y nunca nos cumplen. Ahora dicen que nosotros no queremos ir a los mercados. Queremos, pues, mercados. Mercados no de cinco, seis pisos. Queremos aunque un galpón, pero en un lugar estratégico para que nosotros podamos vivir dignamente, para que podamos vender. Queremos un galpón que sea sectorializado aunque sea”, dijo ayer Sixta Flores, dirigente de la Federación Sucre Capital 25 de Mayo y comerciante de El Morro.

Los comerciantes de uno de los sindicatos de la organización lo perdieron todo por la tormenta del lunes. “Han quedado sin nada nuestras compañeras. Se les han arrastrado sus coches con sus mercaderías, han rescatado algo, pero no todo (…). Tenemos familias que mantener y hay mujeres, personas solas que viven del día, que son padres y madres en su hogar”, lamentó la dirigente.
El comercio informal se sigue “inflando”

Los vecinos no quieren un comercio desbordado. También quieren orden. Y piden soluciones al problema de las inundaciones.

“Se ha estado exigiendo al Intendente que vaya poniendo orden, se ha estado inflando el comercio informal y nos preocupa esta situación”, dijo ayer Javier Camargo, dirigente vecinal de la zona del Mercado Campesino.

También señaló a la falta más bocas de tormenta en las avenidas que confluyen en la zona, cuyas aguas terminan en el sector cada vez que llueve, como otro de los problemas, y a la falta de contenedores de basura. Casi siempre la basura se acumula en la calle.

“Siempre, nuestros amigos comerciantes, han estado pidiendo nuevos mercados, y cuando se ha logrado el mercado el Morro, prácticamente la mitad se ha quedado en el Campesino, desdoblándose. ¿Qué significa? ‘Yo tengo mi puesto, me voy al Morro, pero dejo a mi hijo en el puesto anterior’. Para eso se necesita un censo y un reordenamiento”, agregó.