Los tres fueron hegemónicos, pero el tiempo los alcanzó. Percy Fernández, Rubén Costas y Evo Morales dominaron la política local, departamental y nacional por lo menos en los últimos 15 años, pero ahora, la edad, la renovación y el desgaste de estar tanto tiempo en el poder, marcan el ocaso de una carrera política que será difícil de remontar.

Por primera vez desde 1990, Percy Fernández no será candidato a alcalde de la ciudad. Con más de 80 años encima y una salud muy deteriorada, su partido Santa Cruz Para Todos ha oficializado a Angélica Sosa como candidata y ni siquiera logrará terminar su gestión, ya que desde principios de año pidió licencia de su cargo por complicaciones de salud.

Rubén Costas ha decidido dar paso a la siguiente generación de su partido, proclamando a Roly Aguilera como candidato a la Alcaldía. Impedido por los límites constitucionales de repostular a la reelección en la Gobernación, su decisión significa al menos una pausa de cinco años como candidato electoral. Terminará su gestión en la Gobernación y se retirará tras 16 años de ejercicio del máximo cargo departamental (entre prefecto y gobernador).

Evo Morales no pudo terminar su último mandato. A 73 días de concluir su tercer periodo al frente del Estado, se vio obligado a renunciar tras una movilización popular de 21 días, un motín policial y la “sugerencia” de los militares que se haga a un lado. Había llegado a ese punto tras desconocer el resultado de un referendo que le había negado la posibilidad de reelegirse por tercera vez y unas elecciones que fueron calificadas como irregulares por la OEA. Sin embargo, el mayor símbolo de su desempoderamiento llegó esta semana, cuando a sillazos sus bases se negaron a acatar sus decisiones sobre la candidatura a gobernador de Santa Cruz.

Un loco de alcalde

Pese a que Percy Fernández no puede presumir de haberse retirado invicto de las justas electorales (perdió tres elecciones con los hermanos Johnny y Roberto Fernández, aunque en la última terminó como alcalde), fue una máquina de ganar elecciones, a tal punto que en la de 2015 salió victorioso haciendo campaña subido en un micro y casi sin poder pronunciar un discurso de campaña.

Eso le permitió ser alcalde de Santa Cruz de la Sierra mientras los presidentes cambiaban. Percy gobernó junto a Jaime Paz Zamora, el primer Gonzalo Sánchez de Lozada, con el que tuvo una relación de amor y odio; Carlos Mesa, Eduardo Rodríguez Veltzé y Evo Morales. Fueron 30 años, con un ‘cómper’ de siete años en medio, en los que estuvo al frente de la ciudad, prácticamente redefiniendo lo que significaba ser un alcalde para todo el país y sobreviviendo a los cambios del cargo.

Para Franz Flores, autor del ensayo Percy Fernández: El cruceño que convirtió el cemento en dignidad, el aún alcalde cruceño tenía como marca la autenticidad, convertida en su principal fortaleza política.

Fernández era genuino hasta cuando se enfrentaba a sus enemigos. No hacía cálculo político, y por eso recibía crítica sofisticadas. Sin embargo, ese era un gran plus, porque la gente cree que los políticos siempre mienten, que proyectan una imagen que en realidad no existe, que fue creada por un equipo de campaña, que diseña sus acciones a cada milímetro. Eso, por ejemplo, le pasó a Carlos Mesa en las últimas elecciones”, explica.

Para Flores, Fernández usó el cemento como su marca –cuando asumió el pavimento en los barrios llegaba solo al segundo anillo, salvo desarrollos privados-, a tal extremo que se ufanaba de haber construido escuelas para niños que aún no habían nacido y calles pavimentadas donde aún no había casas (“La Cieguita”).

La tercera característica que marcó a Percy fue su total pragmatismo para reproducir su poder, no solo simbolizado con haberse literalmente arrodillado ante Gonzalo Sánchez de Lozada o haberse aliado con el MAS (apoyó el Sí en el 21-F, con el polémico PEVO), sino con haber cruzado la vereda hasta pactar con un antiguo adversario para conseguir que sus concejales voten por él, en 2004, luego de haber quedado segundo en las elecciones. Allí, según analistas citados por Flores, Percy pactó con lo que había combatido en los 90, los grupos de poder cruceños.

Sin embargo, la salud le jugó una mala pasada a la autoridad electa que más tiempo ha ejercido su cargo en todo el país. Su último periodo Percy apenas tuvo apariciones públicas y su salud cada vez más deteriorada lo llevó a terapia intensiva, obligándolo, junto con la pandemia, a pedir licencia indefinida. Una especie de retiro silencioso.

El rugido autonómico

Desde que Rubén Costas gritó “¡Autonomía, carajo!” a los pies del Cristo, su capital político comenzó a crecer como la espuma. Casi no es el candidato de la cruceñidad para ser el primer prefecto electo, ese era Carlos Dabdoub, que dejó la candidatura para ir como vicepresidente de Samuel Doria Medina, en 2005, pero desde que asumió la postulación, Costas tenía amarrada la victoria.

Siempre estuvo por encima del 50% en las tres elecciones en las que participó y lideró a Demócratas, el partido que fundó después de pasar por las agrupaciones ciudadanas Autonomía Para Bolivia y Verdes, y que se expandió a otras latitudes hasta ganar la Gobernación de Beni (Ernesto Suárez) y la Alcaldía de Cochabamba (José María Leyes). Sin embargo, cuando tenía que dar el salto a la candidatura a la Presidencia, en 2019, los números no le cerraron.

Ahora, Costas ya no estará en la papeleta de votación e intentará como líder de partido hacer lo que no pudo como “primera espada electoral”: traer el poder político a Santa Cruz, detrás del poder económico.

José Orlando Peralta, politólogo y catedrático, cree que uno de los motivos de la pausa de Costas como candidato es la interpelación interna que vivió en Santa Cruz por un supuesto “pacto de no agresión” con el Movimiento Al Socialismo para mantenerse en el poder. Solo así se explica el desgaste sufrido, ya que como gestor público no tiene grandes denuncias de corrupción en su contra. Sin embargo, no es la primera vez que Costas ha sido acusado de un supuesto pacto con el MAS.

En 2010, luego del caso terrorismo, hubo un runrún sobre la no radicalización de Costas, pero se recuperó rápidamente y ganó con solvencia dos elecciones más. Además, ni siquiera ahora, cuando se retira de las candidaturas, la aceptación de su gestión estuvo por debajo del 50%.

Para Peralta, Costas era el discurso autonómico y el régimen no se llegó a desarrollar a la altura de lo que esperaba el cruceño. La falta del salto a las candidaturas nacionales, Peralta las explica por una falta de acompañamiento de otras figuras. Pone como ejemplo la “desastrosa gestión de José María Leyes en Cochabamba” o los fracasos electorales en 2019 (su candidato, Óscar Ortiz, cayó hasta el 4%) y en 2020 (la alianza Juntos, en la que su partido era columna vertebral, tuvo que disolverse ante el descalabro del gobierno de su candidata, Jeanine Áñez), como motivos que sumaron desgastes.

“Su discurso ideológico y político no pudo conectarse a otros departamentos”, dice Peralta.

Además, en los últimos movimientos políticos importantes del departamento, como la protesta por el fallo que rehabilitó a Morales o el paro de los 21 días, la calle echó en falta su liderazgo, a tal punto que se gritaba “Y dónde está el león”.

“Simplemente no aparecía como dirigente político para interpelar a Evo Morales o salía a destiempo. Ahí es donde aparece el fenómeno Camacho que capitaliza el descontento con Costas, con un discurso interpelado, acorde a lo que quería la identidad política regional cruceña”, explica Peralta.

El primer indígena en Palacio

Cuando Evo Morales sorprendió al país ganando las elecciones en primera vuelta, Bolivia se encontraba en la encrucijada entre el pacto o un líder carismático que lograra una mayoría clara. Morales encarnó esa ‘profecía’ que había hecho Álvaro García Linera cuando aún era analista político y que luego la desarrolló hasta teorizar al líder cocalero como el “demiurgo” de la sociedad boliviana.

Por 10 años, Morales era la figura que amalgamaba al MAS y a la clase media, pero la fórmula de recurrir a invitados para llenar las listas del MAS terminó por cansar a su base más fiel, que no quiere saber de ellos. Para Flores, los cuestionamientos a las decisiones que experimenta hoy Morales de parte de sus bases, se pueden explicar porque emparentó su liderazgo carismático con el presidencialismo, por lo que su relación con la base era transaccional. Por eso, ahora se resisten a seguir sus designios a rajatabla, porque no tiene algo que darles a cambio.

Pero además, lo que está en real discusión en el MAS es quién es el real demiurgo, si Evo Morales o el Pacto de Unidad, las organizaciones sociales que mantuvieron vivas al MAS durante los 11 meses de Áñez. Campesinos e indígenas ya demostraron que pueden reproducir poder sin Evo en la papeleta, pero quizá esto no sea definitivo.

Fernando Salazar, doctor en Sociología y autor de varios libros sobre el movimiento cocalero, pone sobre la mesa la escala del MAS. Recuerda que el partido azul competirá por las 339 alcaldías y las nueve gobernaciones y solo ha tenido ampliados con escándalo en una decena. Salazar dice que estos momentos de decisión siempre son tensos y más en un momento en el que hay más de una generación del MAS tratando de tener espacios en las candidaturas. “Evo Morales no es decorativo, toma decisiones reales. En los principales municipios y gobernaciones es él el que define al candidato”, añade. Eso es lo que justamente ahora está en discusión, si es el instinto político de Morales o las decisiones orgánicas las que se imponen en el MAS.

Pero hay algo más, de los tres líderes que no aparecen ya en las papeletas de votación, Morales es el único que tiene planes para 2025. Con cinco años por delante, un fuerte rechazo en las áreas urbanas y una impronta renovadora dentro de su partido, el hombre que más tiempo fue presidente de Bolivia tiene el reto de volver a convencer o conjugarse en pasado.